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La tarea fundamental del tercer milenio consiste en ampliar los horizontes de

la razón: que descubra su capacidad para alcanzar la sabiduría, los valores y Dios.

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A. Sabiduría

            El relativismo únicamente reconoce la verdad de las ciencias experimentales. Estas no sólo se han multiplicado debido a su necesaria especialización, sino que se han desarrollado sin reflexionar sobre su naturaleza, método y lenguaje, sin relacionarse con las otras ciencias, lo que ha provocado la fragmentación del saber, y no raramente la visión del propio saber parcial como si fuese total.

            Sin embargo, la mera información no basta para conocer la realidad. Detrás de los datos obtenidos siempre hay otros nuevos que también debería recabar, en una espiral infinita. Además, cuantos más datos se acumulan más difícil es ver el conjunto. Se necesita también alcanzar su sentido. La razón humana posee una dimensión instrumental que crea la técnica, y otra “sapiencial” que va más allá de lo físico (“meta-física”). Esto es lo que diferencia la “inteligencia artificial” y la razón humana. Un navegador me conducirá con toda precisión a mi destino, pero sólo yo entiende qué sentido tiene ese viaje.

            Nuestro tiempo necesita alcanzar una visión orgánica del saber. De lo contrario:

  1. Surgirán generaciones expertas en nuevas tecnologías, viajes, coches, deportes, salud, gastronomía… pero analfabetas en las cuestiones profundas (sentido de la vida, del placer y del dolor, del amor, etc.). El aspecto sectorial del saber, en la medida en que comporta un acercamiento parcial a la verdad con la consiguiente fragmentación del sentido, impide la unidad interior del hombre contemporáneo (FR 85).

  2. Se producirá un desarrollo tecnológico potencialmente destructivo. Hoy somos más capaces que nunca de destruir el planeta. Se necesita desarrollar al mismo nivel la dimensión moral, que conduzca al buen uso de los adelantos técnicos.

            Este es un objetivo extraordinariamente ambicioso, que comporta el desempeño de diversas tareas meta-científicas:

  • Reflexionar sobre la naturaleza de cada ciencia o profesión: su método de conocimiento, y su relevancia para la persona en su conjunto. De ese estudio surgiría una filosofía de la medicina, de la farmacia, del derecho, de la comunicación, de la física y de la química, de la ingeniería o de la técnica, de la matemática, etc.

  • Proponer la cuestión epistemológica de los diversos niveles de conocimiento. Las ciencias experimentales deberían superar el miedo de ir más allá, de pensar en modo intelectual sobre los datos encontrados. Se trata de un paso gradual. Primero, hacia cuestiones tratadas por las diversas ramas de la filosofía: filosofía de la naturaleza, antropología, filosofía de la ciencia, filosofía moral. Estos saberes, considerados por Aristóteles como filosofías segundas, son el camino que lleva hasta la filosofía primera o metafísica, que alcanza un saber universal o integral. Por su parte, la filosofía debería prestar constante atención a los logros de las ciencias experimentales, evitando formar un sistema especulativo cerrado en sí mismo.

AMPLIAR LA RACIONALIDAD

B. Valores

            El hombre es un ser moral: reclama justicia, tiene conciencia, aprueba y reprueba. Hay comportamientos que realizan y otros que destruyen a la persona. Lo real está impregnado de sentido y de valor.

            El multiculturalismo exige un mínimo común denominador para convivir: qué es bueno y qué es malo.

            El tecnicismo no soluciona los problemas humanos. El señorío del hombre sobre la creación significa la primacía de la ética sobre la técnica, de la persona sobre las cosas, del espíritu sobre la materia. Los problemas sociales tienen raíces morales: la crisis económica, la crisis de la familia, la corrupción política, la inmigración ilegal, la violencia de género, el fracaso escolar, el acoso escolar…

            Somos administradores de la naturaleza: ni sobreexplotación ni idolatría.

C. Dios

            La modernidad negó el carácter científico de toda religión, y las combatió como fuente de intolerancia por su pretensión de verdad. El moderno se consideraba agnóstico o ateo. La religión se recluyó en el ámbito del sentimiento.

            La posmodernidad se ha desprendido de las afirmaciones dogmáticas también en este campo, y admite la espiritualidad como necesidad individual.  Esto no significa la vuelta a las religiones tradicionales, sino la comprensión de la espiritualidad como objeto de consumo para la satisfacción personal. De aquí el fragmentado y complejo mapa religioso posmoderno. Parafraseando a Tatiana Goricheva se podría decir que “hablar de Dios resulta hoy un poco menos peligroso”. Pero el problema es que el concepto de “Dios” y de “religión” se ha vaciado de verdad objetiva. De hecho la posmodernidad es experta en religiones sin Dios.

             Sin embargo, la “experiencia religiosa” no es mero sentimiento, sino que es intencional, fruto de la correspondencia entre un sujeto y un objeto:

  1. el objeto (Dios) se capta mediatamente (no directamente) a través de lo creado, dinámicamente (progresa o mengua), y determina la actitud religiosa (adoración...);

  2. el sujeto es la persona en su integridad (intervienen tanto sus disposiciones morales como intelectuales). La argumentación racional (por ejemplo, los argumentos de Santo Tomás o del cosmólogo Michael Heller) es como el restregarse de los ojos ante una visión. Dios no se demuestra sino que se muestra: toda demostración es “ad hominem”, porque quien piensa es la persona en su totalidad. El Dios de la filosofía es el mismo que el Dios de la religión.

            Por otra parte, la fe en la vida cotidiana es una actitud fundamental del hombre, que practicamos sin darnos cuenta. La fe es razonable cuando remite a alguien “sabio” y de confianza, y está garantizada por la confianza de otros muchos y la verificación en la experiencia de cada día. También la fe cristiana se fundamenta en la Persona de Jesucristo, que conoce a Dios de primera mano, y está respaldada por la confianza de muchos otros que forman la Iglesia, y por la propia experiencia.

            La razón puede y debe examinar las diversas religiones para determinar no su “verdad”, sino su congruencia con la dignidad de la persona. La esencia de Dios ha de poseer a la vez trascendencia y conmensurabilidad tanto vertical (aplicar a Dios lo que resulte racional al hombre, imagen de Dios) como horizontal (entre una religión o cultura y otra cabe la comparación por cómo responden a la verdad y a la dignidad del hombre). De lo contrario, la razón no tendría nada que decir a los fundamentalismos violentos que asolan el mundo.

De la New Age al Cristianismo

Testimonio de Asunción Ruiz

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