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HISTORIA DE LA TRIBU

Nací hace 21 años, y me llamaron Carlo. Mi infancia es un trastero donde se amontonan rostros, juegos, películas, delfines, dulces, soles y peleas, en particular con mis hermanos, Zanny y Marc. Tuve incluso cariño. Estudié en un Colegio privado de prestigio, dirigido por religiosos. Los fines de semana transcurrían casi siempre al abrigo del chalé de mis padres, de mis tíos o de los padres de mis amigos.

 

Entonces el verano era algo que ocurría en Vistahermosa. Los compañeros de veraneo también eran habituales. Para los niños la amistad es tan simple como el mirar. Y más en verano, cuando la identidad es nebulosa. Pero septiembre, irremisible, nos devolvía a casa. El contacto entonces se interrumpía hasta el verano siguiente: aún no teníamos móvil ni dirección electrónica.

 

A los 13 años tomé conciencia de que ya no era un niño. Se abrían nuevas necesidades y posibilidades. Empecé a distanciarme del mundo súper protegido de mis padres. Mi casa se quedó estrecha. La seguridad de sus paredes me molestaba. Sólo deseaba salir. Comencé a relacionarme, conocí mundo, y por primera vez me sentí protagonista. Experimenté ser importante para otras personas. Y a adquirir cierto dominio de nuevas situaciones. El mundo aparecía ante mis ojos como un gran dragón, sí, pero que sin duda conseguiría domar.

 

Todavía durante un tiempo hice lo de siempre, sólo que de mala gana: estudiar, volver a casa antes de cierta hora, o no acaparar el teléfono. Hasta que poco a poco fui retirando la mirada del pasado, hipnotizado por un futuro personal e inédito. Nadie me podía entender ni ayudar. Forcé los ojos hasta deformar las pupilas para intentar ver en la oscuridad del mañana. Las costumbres e indicaciones empezaron a parecerme insoportables. Necesitaba concentración para dar el siguiente paso en mi particular vacío. Comencé a hacer las cosas a mi manera. Mi peinado cambió. Y mis pantalones, y mis pósters, y mis libros... Por este camino llegué a ser muy distinto. Me reconcentraba en mí mismo, me contemplaba cada gesto con el afán de tener personalidad. Deseaba experimentar nuevas rutas, distintas de las de mi infancia, distintas de las de los mayores, distintas de las de los demás. “Más libres”, me decía. Definitivamente había crecido, me había independizado interiormente.

 

Fue por entonces cuando comenzó a formarse “la tribu”. Los primeros fuimos Ron, Liv, Ann, Peter, Mary, Clair y yo. Enseguida se fueron añadiendo nuevos miembros. Era la única comunidad donde nos encontrábamos a nuestras anchas. Pasamos a vivir juntos cada jornada, cada suceso. En Vistahermosa había compartido únicamente tiempo, el tiempo irreal del veraneo. Ahora, en cambio, el mundo de lo real era el alimento de nuestra amistad. En realidad los unos vivíamos de los otros. De lo que Nacho había dicho, de la nueva pinta de Mara, de lo antipático que había estado Quico, del castigo que había caído sobre Pitu... de los suspensos, de las imaginaciones, de utopías de todos los tamaños, de la crítica sangrante... El arco de nuestra mirada abarcaba desde los recuerdos del último fin de semana hasta las ilusiones del próximo. No sabíamos que nos unía el vértigo propio de quien se encuentra frente al examen decisivo, el penalti ante millones de espectadores, o la primera actuación en el Teatro Principal. A nosotros nos había llegado la hora de vivir.

 

Durante más de tres años la tribu creció, se consolidó, y se alimentó de nuevas experiencias. Jugamos a exploradores de la vida, e hicimos muchos descubrimientos juntos. Nos independizamos del ambiente familiar, y cortamos muchas otras ataduras. Nunca discutimos sobre Dios. Simplemente mirábamos en otra dirección. Nuestro comportamiento y lenguaje eran suficientemente elocuentes. Nos sentíamos descubridores de un nuevo Continente, entero para nosotros.

 

No sospechábamos que esa tierra que nos pertenecía por derecho de conquista era el fin de nuestra aventura en grupo. Primero uno y luego otro, empezamos a desembarcar del cascarón donde habíamos hecho nuestra agitada travesía, y sin despedidas encaminamos nuestros pasos en una dirección: quién a las montañas del norte, otros a las praderas que se abrían hacia occidente, otros a las costas del sur.

 

Esto ocurrió a los 17 años. Era como si hasta ese instante hubiésemos compartido la aventura de despojarnos de cualquier defensa. A partir de ahora, cada uno tendría que enfrentarse con sus propios virus. La formación de la infancia, la familia, la naturaleza, el subconsciente, las cualidades intelectuales, las virtudes, el corazón... de cada uno iba a ser lo determinante a partir de ahora.

 

No teníamos confidencias de temas serios, que considerábamos impropios, y sospecho que tampoco menudeaban los cuadernos y diarios personales. No éramos conscientes de lo que pasaba en el interior de los demás de la tribu, hasta que comenzó a manifestarse externamente. Y cada uno eligió su ruta.

 

Elena fue desde el principio la “intelectual” del grupo. Siempre tenía el comentario que necesitábamos para confirmarnos en la exactitud de nuestras opciones. Cuando adquirimos seguridad, comenzamos a tomarla en broma. Y la fuimos perdiendo casi insensiblemente. Nos cambió por sus libros, y por otros con sus mismas inquietudes. Hoy estudia cuarto de Filosofía, y cuando la encontramos nos mira como decepcionada y nosotros la saludamos incapaces de explicarnos.

 

El padre de Marco es un empresario importante que desde pequeño le miró como un rey mira a su príncipe. Marco no sabía lo que esa mirada pesaba. Siempre había sido estudioso, pero estábamos en el último Curso del Bachillerato y algo se despertó en su interior. Comenzó a salir menos, enfermó de perfeccionismo, se le pusieron ojeras, empezamos a resultar molestos, y nos dio con sus proyectos en las narices. No hay que decir que fue el primero en el Curso. Hoy estudia cuarto año de Económicas, es la envidia de sus compañeros y la admiración de sus profesores. Nos vemos sólo en contadas ocasiones, como peregrinos que se encuentran en un cruce de sus distintos caminos.

 

En estos años todos nos hemos enamorado y desenamorado repetidas veces, pero lo de la apasionada Ann era otra cosa. A los 18 años comenzó a salir con Pau en serio. Ya no les gustaba el grupo. Quizá influidos por el ejemplo de la madre de Ann, a los 19 años se casaron, se fueron a vivir a una buhardilla que les compraron sus padres, y ella abandonó temporalmente la carrera de Bellas Artes recién estrenada. Obviamente, salió de nuestro mundo. Hoy vive de nuevo con sus padres y con su hija, y cursa entre segundo y tercer Curso. Pau ha cambiado de aires.

 

Cris era la chica silenciosa y sonriente de la tribu. Sabía mirar y escuchar como nadie, y por eso inspiraba confianza. El verano previo al ingreso en la Universidad, Cris y Mara nos sorprendieron a todos yéndose como voluntarias a Calcuta. Ambas volvieron cambiadas. También ellas comenzaron su personal camino. Pero en diferentes direcciones. Cris estudia Enfermería, y los fines de semana trabaja como voluntaria en un Centro de inmigrantes. Sigue yendo los veranos a Calcuta. Su mirada se ha vuelto aún más dulce, demasiado dulce para quienes a su lado parecemos adolescentes caprichosos. Para ella, nuestros planes han perdido casi todo encanto.

 

Mara practica el yoga desde aquel verano. Pensábamos que se trataría de una moda, pero se ha convertido en su filosofía de la vida.  Es vegetariana, y ha dejado de fumar y de tomar bebidas alcohólicas. La meditación y los ejercicios de relajación le ocupan cada vez más tiempo. Y las conversaciones derivan como por necesidad hacia su manera de ver las cosas. Estudia Filología, pero sin mucha convicción y con malos resultados.

 

Al terminar el Colegio, Ron comenzó Informática. Siempre fue un verdadero portento de la programación y la navegación. Las notas no reflejan lo mucho que sabe. Sigue siendo muy buen amigo, pero Internet ha ocupado el puesto que antes tuvo la tribu. Pasa horas, días, noches enteras conectado. Cuando nos vemos, tiene la expresión cansada de quien acaba de llegar en un vuelo transoceánico, y nuestras conversaciones y planes cada vez le parecen menos interesantes. Siempre nos habla de gentes que ha conocido en la red con la inquietud de quien piensa qué diablos hace que no está frente al ordenador.

 

Sal es el pequeño de seis hermanos. Su casa ha sido durante años nuestro destino alternativo. Por la educación que le dieron sus padres, o lo que sea, Sal siempre ha sido el más formalito de la tribu. Sabía divertirse, pero también era la “conciencia” del grupo. Podía pasar la noche del sábado en blanco, pero el domingo por la mañana, antes de volver a casa, asistía a Misa. Lo hacía con toda naturalidad, y a nosotros nos gustaba así. Hace dos años comenzó a salir en serio con Mariann, compañera de Derecho, y el resto de la tribu nos convertimos en unos inmaduros afectivos. Nos seguimos viendo, pues es esa clase de amigo que conviene no perder.

 

Por contra, Liv fue quien proponía siempre nuevas experiencias. A los 6 años su madre falleció en un accidente, y su padre se desentendió de él. Fue educado por los abuelos maternos con todo mimo. Gozó de una libertad para entrar y salir de casa que los demás envidiábamos. Él marcó el alargamiento y los nuevos locales de nuestras salidas nocturnas. Su conversación siempre era cáustica, nos arañaba un poco por dentro. Tenía el atractivo de los primeros pitillos, o las primeras copas. La verdad es que en esa carrera le dejamos solo. Se iba distanciando del grupo, y ninguno nos atrevimos a decirle que iba demasiado lejos. Bastante teníamos con decírnoslo a nosotros mismos. Hasta que un día dobló una esquina de la vida con su coca y su chica, y le perdimos de vista. Sigue con sus abuelos. No estudia ni trabaja. “Liv está enfermo”, comentamos, y cambiamos de tema.

 

Pero no toda la tribu se ha dispersado. A pesar de nuestros 21 años quedamos unos cuantos de los primeros, y se han incorporado nuevos amigos. Somos la mayoría, que descendimos de la carabela a la tierra recién descubierta... y nos instalamos allí mismo. En estos cuatro años hemos escarmentado con la vida de los exploradores que se han dirigido en todas las direcciones: las hemos comentado con una copa en la mano, fingiendo que no pasaba nada serio en nuestro entorno. Sin necesidad de movernos hemos descubierto el mundo real. La experiencia ha disipado la niebla de los ideales juveniles. Nuestros rostros ya tienen patas de gallo a los ojos de quienes un día compartimos la adolescencia. Nos hemos predicado el escepticismo sin saber qué es eso. En este tiempo hemos llamado amor a tantas cosas que hemos dejado de creer en él. El futuro ha dejado de deslumbrarnos, y nos provoca esa seriedad aburrida que producen las historias de miedo muchas veces escuchadas. Vamos aprobando los Cursos en la Universidad con la mala conciencia del soldado que ha abandonado el frente en la batalla y se ha pasado al enemigo. Hace tiempo que nuestros planes dejaron de tener el sabor de los comienzos. Nadie lo dice, pero necesitamos a los demás de la tribu para comprobar que en esta travesía de vuelta desde la tierra conquistada no estamos solos. Dentro de poco atracaremos en un puerto del que un día partimos y al que no esperábamos volver: una casa, un coche, un sueldo... una familia. Nos acercamos a tierra firme, de donde siguen partiendo jóvenes exploradores. Un poco más, y desde ahí mismo veremos zarpar a nuestros hijos.

 

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Este relato también puede leerse como “Historia de Europa”. Basta aplicar las siguientes claves:

  • La tribu es Europa;

  • Los años son siglos;

  • El despertar de la niñez (en torno a los 14-15 años), el Renacimiento;

  • Los años de autoafirmación adolescente (hasta los 18), la Ilustración;

  • Elena representa el Racionalismo;

  • Marco el Empirismo;

  • Ann el Romanticismo;

  • Cris es la preocupación social (Socialismo utópico...);

  • Mara representa el Naturalismo;

  • Ron el Existencialismo;

  • Sal el Personalismo cristiano;

  • Liv el Vitalismo;

  • Y el grueso de la tribu el Relativismo resultado de las malas experiencias, caracterizado como:

    • Materialismo: somos sólo materia, y sólo vale lo material;

    • Subjetivismo: lo importante es el yo, y sólo existen verdades subjetivas;

    • Utilitarismo: vales si eres joven, rico, listo, guapo...

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